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Miércoles, 1º de julio de 2015La fibro
Había pensado en llamar a este blog “Mi vida con aquella”, siendo “aquella” la fibromialgia. Después lo deseché. Creo que ya hay una autora uruguaya que publicó un libro intitulado “Vivir con él”, donde “él” es el cáncer. Así que dejé de lado la búsqueda fatigosa de un nombre para el blog, nombre que a mí ni a nadie interesa realmente. “La fibro” no está mal.
Esto no es un libro, es un blog
El blog me otorga el amparo de una espontaneidad suficiente para decir lo que quiero sin grandes elaboraciones, por suerte. Un libro requiere mucha más estructura. Además, creo que ya estoy medio loca, porque la fibro (de aquí en más, léase “fibromialgia”) ha modificado, destornillado todos mis anclajes, destrozado mis seguridades, mis certezas, hecho pelota mi “yo”; y por estas razones entiendo que no estoy en condiciones de meterme con un libro.
Estoy escribiendo para otras mujeres como yo
Aquellas que tienen fibro, que ya han llegado al borde y que contemplan con amor ese precipicio que ven ante sí. Es por ellas que escribo, aunque esto pueda leerlo cualquiera. Y, claro, lo hago por mí.
Tengo la intención de escribir dos o tres veces por semana
¿Por qué? Porque ya empecé a olvidarme incluso de los síntomas. Por ejemplo, en una reunión pueden preguntarme “Che, ¿qué es lo que te pasa?, ¡porque hoy estás bárbara!” Y me da vergüenza empezar a balbucear “Eh..., mirá, a veces me duele la cabeza, me canso, no puedo pensar. ¡Qué sé yo! De todo un poco.” En realidad, debería decirle “Gracias por decirme que estoy bárbara. Pero vení que te cuento todo lo que me pasa. ¿Andás con tiempo?” El asunto es que si me preguntan de golpe ya no me acuerdo de la infinidad de síntomas que me persiguen, ni de los que varían todo el tiempo ni de los que se repiten hace más de diecisiete o dieciocho años. Por eso quiero escribirlos semana a semana, para atarles la cola a todos juntos y echarles un maleficio, a ver si se asustan y desaparecen.
Cada vez pienso más en matarme
Llegué a pensarlo incluso antes de que me diagnosticaran la fibro. Antes del diagnóstico, mi salud ya me provocaba problemas severos en el trabajo, en mi pareja, ante mis hijos, hasta con conocidos que me invitaban a reuniones a las que yo terminaba faltando y ellos se ofendían. En fin. Decía que cada vez pienso más en matarme, pero como hace tanto que lo pienso, terminó siendo un proceso que he atravesado muchísimas veces, que conozco y sobre el que he reflexionado bastante. Confieso que también se llevó muchas de mis caricias, esa idea de matarme. Ahora, así como he entrado mentalmente muchas veces en la lujuria del suicidio, para que sus mieles me hicieran olvidar la desesperación del momento, me sacaran del terror de un empuje embromado de la enfermedad, también he salido otras tantas de ese estado mental.
Creo que aprendí
Quiero pensar que aprendí que cuando pienso en matarme, estoy pensando en que quiero matar a esa mujer que se coló en mi vida y trajo la fibromialgia. Creo que aprendí que cuando pienso que quiero dejar la vida, en realidad estoy deseando dejar esta vida rarísima, que funciona y se descompone cuando se le antoja. Pero, ¿de quién es ese “le”? ¿A quién se “le” antoja? ¿A mí? ¿A la fibro? ¿A la vida que, como vida en sí misma, no existe? Obviamente, mi nivel de cordura no es el requerido para escribir un libro, ya lo decía yo. En definitiva, no quiero dejar la vida, sino “esta” vida. Eso aprendí. Creo.
Escribo porque necesito a mis iguales
Me siento sola. Es cierto que tengo familia, una pareja que no sé por qué me aguanta (quizás porque él también se siente solo, aunque no quiero ser injusta), unos perros maravillosos y muy queribles y también es cierto que vivo bien. Sin embargo, cuando quedo estúpida mentalmente, cuando no puedo pensar más que una cosa a la vez, y con gran esfuerzo; cuando mi cerebro no me deja ni leer y solo puedo mirar televisión para dejar de pensar en matarme; cuando me agoto de caminar hasta el baño; entonces me siento sola en el universo. Las veces en que hablo con mi médico, que es fenómeno, me siento sola, porque él no sabe lo que siento ni lo que vivo. Él sabe lo que aprendió en
el último congreso sobre fibromialgia, pero no la padece, no deja de atender su consulta por culpa de un dolor repentino e intenso, o porque no puede pensar ni leer ese día. Cuando tengo un empuje me siento sola entre los otros que no son como yo.